SALUD ENFERMEDAD Y MUERTE

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Este trabajo es el resultado de muchos años de estudio, investigación y reflexiones.
Desde mis tiempos de estudiante de medicina, en las largas jornadas al lado de las camas hospitalarias, me preguntaba porqué la vida es a veces, tan fuerte y poderosa, mientras en otras ocasiones es tan frágil y débil.
Al contemplar a un recién nacido prematuro quien, a pesar de todos los pronósticos, logra salir adelante y se convierte a los pocos meses en un ser saludable y a otro niño que vivió dos o tres años sin ninguna enfermedad caer repentinamente en un estado de profunda gravedad y terminar su vida en pocas horas; o al presenciar la larga agonía de un anciano que ya no tiene ninguna posibilidad de salvar un organismo minado por las alteraciones de todos sus tejidos y ver pasar los meses sin un desenlace fatal, no se puede menos que preguntar qué fuerza extraña actúa para producir tales incongruencias.
¿Porqué algunas personas gozan de buena salud, a pesar de las de­plorables condiciones en que vive, en tanto que otras, favorecidas por muchos cuidados, contraen enfermedades sin una explicación aparente?
¿Quién o qué determina los privilegios o las fatalidades?
¿Cómo se producen algunas curaciones que no tienen una razonable explicación científica? ¿Por qué no se consigue la curación cuando todo indica que es posible lograrla?
He encontrado algunas respuestas y quiero transmitirlas con el deseo de que puedan ser útiles para quienes se hayan hecho las mismas preguntas. No importa el concepto de la vida que tengan, ni sus ideas filosóficas o religiosas.
Intenté exponer, en forma sencilla, el resultado de mi búsqueda; traté de ser objetiva y sólo indicar los hechos reales, históricos, muchos de ellos; así como, presentar mi opinión, basándome en las propuestas de muchos; respetando las ideas de todos, por considerarlas de sumo valor, ya que representan el logro del pensamiento humano, que, en todas las épocas, es la expresión de lo mejor que cada ser puede expresar, en cada momento.
Como individuos o como sociedades, el trabajo constante, nos ha per­mitido adelantar en la evolución y el progreso.
Cada descubrimiento es un escalón que nos impulsa hacia el siguiente, en una escalera sin fin. Lo que hoy parece tan evidentemente cierto, queda muchas veces, descartado mañana. Sin embargo, nada se pierde y sirve para ir más allá, en un constante adelanto.
En todas las épocas se han modificado los paradigmas, con mayor o menor rapidez, pero nadie niega que las últimas décadas se han carac­terizado por los cambios, frecuentemente sorprendentes.
Los seres humanos deben marchar al compás de la actualidad. El progreso será una realidad cuando esos conocimientos estén al alcance de la mayoría.
Es conocido que los descubrimientos tardan mucho en llegar al hombre común. Primero, porque producen resistencia en los cuadros es­tablecidos; recordemos el rechazo provocado por las propuestas de Galileo Galilei, Charles Darwin, Louis Pasteur, Albert Einstein y tantos otros que se atrevieron a contradecir los conceptos de quienes tenían el poder de determinar en qué se debía creer. Y segundo, porque la información científica no siempre puede estar al alcance de todos, más aún a la luz de los últimos avances que alcanzaron un grado de abstracción tan alto y un tecnicismo tan complejo que sobrepasan la comprensión y la capa­cidad común.
Estoy convencida que el camino para lograrlo está en la explicación sencilla y la educación continuada.
Espero, de todo corazón, que estas reflexiones logren suscitar la curiosidad para que cada uno se sienta estimulado a emprender su propia búsqueda.
Hebe Novich de Hernández Caracas. 1998

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