Decía Emerson que los grandes hombres obran como un colirio que aclara
nuestros ojos, limpiándolos de egoísmo, pues nos permiten mirar claramente a
otras gentes y admirar sus obras. Entre los grandes hombres del movimiento
espírita argentino y panamericano habremos siempre de recordar a Don Enrique
Alfredo Brunetti, un espíritu que, al empaparse y enamorarse de los
ideales kardecianos, supo hacer de ellos la guía central de su vida en la
tierra.
Don Enrique como todos le tratábamos era un hombre afable, de tierno corazón
y esperanzada sonrisa, que supo mantenerse joven espiritualmente al margen
de su avanzada edad física, demostrando así cuánto puede ayudar la
doctrina espírita a la salud del cuerpo y del alma cuando sus
postulados son vividos, sentidos y practicados a plenitud.
Nacido en Buenos Aires el 15 de julio de 1905, trabajó
toda su vida en el oficio de pintor letrista y fileteador, un arte fino y
especializado, típico de la capital argentina. Aprendió lo básico de esa
profesión con su padre y su hermano y la perfeccionó estudiando en la
Academia Nacional de Bellas Artes. Hasta pocos días antes de su desencarnación,
ocurrida el 29 de mayo de 1998, continuaba pintando miniaturas
de autos, camiones y calesitas.
Dos años antes de su deceso, fue homenajeado junto a los pocos maestros
fileteadores que aún persisten en la inmensa ciudad, en el Centro Cultural
Recoleta, dependencia de la Secretaría de Cultura. Allí se presentó el libro:
Los Maestros Fileteadores de Buenos Aires", auspiciado
por el Fondo Nacional de las Artes, y en sus páginas se hace una amplia
mención biográfica de Don Enrique y de su hermano y aparecen varias
reproducciones de sus obras.
Enrique Brunetti ingresó como miembro de la Asociación Espiritista
Constancia en 1932 y en esta institución decana del Espiritismo
en América, fundada en 1877, permaneció toda su
existencia, consagrándole sus mejores esfuerzos. Ocupó diversos cargos directivos y, en
1976, asumió como Presidente hasta su desencarnación. Su nombre se inscribió
así en esa galería ilustre de personalidades que han presidido
"Constancia" y que le han otorgado tanto prestigio nacional e internacional:
Ángel Scarnichia, Cosme Mariño, Francisco Durand y Carlos Luis Chiesa.
Como presidente y voz rectora de "Constancia", de la Sociedad y
de la revista del mismo nombre, sostuvo y desarrolló la misma línea de
pensamiento y de conducta que tuvieron sus
predecesores durante más de cien
años: firmeza en la defensa de los principios doctrinarios kardecistas, relaciones cordiales con todo el movimiento espírita en su país y en el
mundo, preservación de la autonomía de acción para la institución.
Don Enrique amó y creyó en la Confederación Espírita Panamericana y
en su condición rectora del Espiritismo continental, asistió
a varios Congresos y Conferencias Panamericanas Espíritas, conquistando el
afecto de todos por su carácter amable, jovial, y por la autenticidad de sus
convicciones; y, allí, se hizo sentir su enorme autoridad
moral, gracias a su trayectoria, a su amplio conocimiento y dominio
de la doctrina espírita. No sólo mantuvo con decisión la afiliación de la
Asociación "Constancia" a la C.E.P.A., y resistió con criterio y
tenacidad algunas indebidas presiones que le hicieron sectores conservadores
para que retirara ese apoyo, sino que incrementó progresivamente los
vínculos con la Confederación y declaró sentirse feliz con el trabajo
tesonero de la C.E.P.A. y su nítida orientación doctrinaria, en hermosas
palabras que pronunció en el acto inaugural del XVII Congreso Espírita Panamericano,
celebrado en octubre de 1996 en el magnífico Teatro Lasalle de Buenos Aires
y en las demás instalaciones del edificio social de la "Constancia"...
Durante sesenta años, escribió editoriales y artículos de
gran contenido cultural, histórico y moral, para la revista "Constancia",
dejando ahí el mejor testimonio de su saber, de su humildad y de su entrega
a la doctrina y al movimiento. Bajo su orientación, la empresa editorial de
esta revista espírita argentina siguió facilitando su difusión con una
política de bajísimos precios, ya que su interés era y es la divulgación y no
el lucro.
Rendimos nuestro sentido homenaje a un espíritu lúcido y amoroso, que
gozando hoy de la
libertad superior, recoge el fruto de un esfuerzo noble e
intenso que sólo puede medirse con la delicada vara de la más pura
sensibilidad. Hacemos votos para que Don Enrique, desde los espacios espirituales,
nos aliente y nos inspire, para que podamos seguir trabajando por los magnos
ideales del Espiritismo.Está, ahora, al frente de la Asociación "Constancia", su hija
Nilda, estudiosa y sensible, nutrida cotidianamente de la sabiduría paterna,
por lo que no hay duda de que sabrá continuar con el mismo acierto el rumbo
de esa venerable institución que es símbolo del Espiritismo, más allá del
continente americano, para toda la humanidad.
Quienes disfrutamos de la amistad y del cariño de Enrique Brunetti, nunca le
olvidaremos.