Tuve el honor y el
privilegio de conocer personalmente a André Dumas, y de disfrutar de su
amistad, durante los últimos veinte años. No dudo en considerarle uno de los
"líderes históricos" del movimiento espiritista francés. Con su
reciente desencarnación (Agosto de 1997) se ha cerrado una lista de relevantes
personalidades que dieron brillo al Espiritismo galo, comenzando por su primer
Maestro, Allan Kardec, y continuando, entre otros, con los nombres ilustres de
León Denis, Gabriel Delanne, Pierre Gaetan Leymarie, Jean Meyer, Gustavo Geley
y Hubert Forestier.
Nació André Dumas el 1 de noviembre de 1908 en Levallois-Perret, pequeña ciudad
del departamento Hautsde-Seine, en la cuenca de París. Al poco tiempo de su
nacimiento, sus padres salieron de Francia y se instalaron en Ginebra, donde
se desempeñaron como diseñadores de ropa de damas. El niño André estudió en
la Escuela de Bellas Artes, la cual formaba arquitectos, decoradores y
escultores.
Desde pequeño demostró gran precocidad en sus aptitudes y tendencias intelectuales.
Era clara su vocación por la ciencia y la filosofía y su rechazo a la
enseñanza religiosa, tanto que se negó a seguir clases de catecismo en la
Iglesia calvinista y no aceptó tomar la comunión. Ya había leído la Biblia
enteramente y había anotado en un cuaderno, las contradicciones que su espíritu
crítico encontraba en ese libro... No había cumplido aún 18 años y ya era
miembro activo de la Unión Espírita Francesa, dentro de la cual desarrollaría
una creciente actividad en el movimiento espírita francés e internacional.
Durante cuatro décadas fue Director de "Ediciones Jean Meyer", la
editorial espírita de habla francesa más importante en el mundo y de la Revue
"Spirite", la revista fundada por Kardec. En 1937, participó en el
Congreso Espírita Internacional celebrado en Glasgow, defendiendo
ardorosamente la tesis reencarnacionista, frente a la oposición anglosajona.
Allí fue nombrado Vicepresidente y en el siguiente período, Presidente de la
I.S.F. ("Internacional Spiritualíst Federation") hasta 1954.
Fue partidario de un Espiritismo científico y de fuerte contenido humanístico
y social. Escribió mucho y con gran erudición para defender el evolucionismo
como concepción general de la vida y del Universo. Decía que "la
unificación del evolucionismo biológico y del evolucionismo espiritual, no
dogmático ni religioso, es la única vía que puede conducir a la comprensión
auténtica de la realidad". Se inclinaba por darle al Kardecismo una
dirección progresista en el plano social, defendiendo el concepto del "socialismo
espiritualista", en lo cual se aproximaba a los ideales expuestos por su
compatriota León Denis y el argentino Manuel S. Porteiro, de quienes se declaró
admirador y seguidor. Su principal libro: La Ciencia del alma", alcanzó
un amplio reconocimiento en los sectores más cultos del movimiento espírita y
en los círculos de investigación metapsíquica y parapsicólogica. Es una obra
que mantiene toda su vigencia y que espera todavía su traducción para lenguas
como el español y el portugués.
Cuando estuvimos en Francia, en 1985, promocionó con gran entusiasmo nuestra
conferencia pública en la Salle Psyché, a la cual le dio amplia cobertura en
"Renaitre 2000", nuevo nombre de la Revue "Spirite". Fue
con él y su esposa, con quienes visitamos la tumba de Kardec en el cementerio
de Pére Lachaise; las casas editoriales Dervy, Flammarion, Leymarie; el
Instituto Metapsíquica Internacional; el Louvre y otros lugares de interés
histórico en París.
Su desencarnación me ha entristecido profundamente. A pesar de nuestra firme
convicción espírita, no podemos sustraernos al dolor que nos causa no tener
con nosotros a los amigos y seres queridos en este plano físico. Ha partido
hacia la espiritualidad una de las grandes figuras del Espiritismo en el siglo
XX. Ha partido radiante de luz, con la satisfacción del deber cumplido.
Parafraseando a Flammarion, ante la tumba de Kardec, le decimos: ¡Hasta luego,
mi querido André Dumas, hasta luego!